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Confesiones de San Agustin
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Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, la transmisión de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso previo escrito de los titulares del Copyright. Primera edición en español en versión digital © LibrosEnRed, 2007 Una marca registrada de Amertown International S.A. Para encargar más copias de este libro o conocer otros libros de esta colección visite www.librosenred.com ÍNDICE Libro I
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San Agustin - Confesiones
Esteban Alvarez
Librodot 2 Tú viste, Señor, cómo cierto día, siendo aún niño, fui presa repentinamente de un dolor de estómago que me abrasaba y me puso en trance de muerte. Tú viste también, Dios mío, pues eras ya mi guarda, con qué fervor de espíritu y con qué fe solicité de la piedad de Librodot Confesiones de San Agustín San Agustín Librodot 6 6 mi madre y de la madre de todos nosotros, tu Iglesia el bautismo de tu Cristo, mi Dios y Señor. Se turbó mi madre carnal, porque me daba a luz con más amor en su casto corazón en tu fe para la vida eterna; y ya había cuidado, presurosa, de que se me iniciase y purificase con los sacramentos de la salud, confesándote, ¡oh mi Señor Jesús!, para la remisión de mis pecados, cuando he aquí que de repente comencé a mejorar. En vista de ello, se difirió, mi purificación, juzgando que sería imposible que, si vivía, no me volviese a manchar y que el reato de los delitos cometidos después del bautismo es mucho mayor y más peligroso.
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Confesiones de San Agustín San Agustín
Luis Oviedo
Librodot 2 Tú viste, Señor, cómo cierto día, siendo aún niño, fui presa repentinamente de un dolor de estómago que me abrasaba y me puso en trance de muerte. Tú viste también, Dios mío, pues eras ya mi guarda, con qué fervor de espíritu y con qué fe solicité de la piedad de Librodot Confesiones de San Agustín San Agustín Librodot 6 6 mi madre y de la madre de todos nosotros, tu Iglesia el bautismo de tu Cristo, mi Dios y Señor. Se turbó mi madre carnal, porque me daba a luz con más amor en su casto corazón en tu fe para la vida eterna; y ya había cuidado, presurosa, de que se me iniciase y purificase con los sacramentos de la salud, confesándote, ¡oh mi Señor Jesús!, para la remisión de mis pecados, cuando he aquí que de repente comencé a mejorar. En vista de ello, se difirió, mi purificación, juzgando que sería imposible que, si vivía, no me volviese a manchar y que el reato de los delitos cometidos después del bautismo es mucho mayor y más peligroso.
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Confesiones San Agustín de Hipona
Vladimir Seres
Grande eres, Señor, y laudable sobremanera 1 ; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene número 2 . ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios? 3 Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
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Confesiones de San Agustín (I)
Alejandro Villamor Iglesias
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Confesiones de San Agustín (III)
Alejandro Villamor Iglesias
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Confesiones de San Agustín (II)
Alejandro Villamor Iglesias
Libro IV Pocos años más tarde, Agustín comenzó su labor como docente de retórica enseñando, como él mismo dice, a «vender a los demás una palabrería llena de triunfos». No tanto, como pueda ocurrírsele al mal pensado, para engañar al inocente, sino más bien para defender al culpado. Aun así, su excesiva petulancia y amor por el dinero hacían deshonesta su actitud como docente. Además, durante estos años, nuestro autor convivió con una mujer a la que fue fiel y amó. No en el sentido matrimonial, sino en el sentido más carnal y lascivo. Otra actividad indecorosa llevada en esto años, que Agustín no duda en confesar, consiste en su creencia en las supersticiones, en especial en la astrología. Fue Nebridio, un joven médico amigo de Agustín, quien le convencería de lo insostenible de la astrología. Nebridio le contó a Agustín que él también llegó a creer en la astrología, pero poco a poco fue desechando la lectura de esos libros para dirigirse a los de la medicina. Ante la pregunta de por qué en ocasiones los astrólogos, si se trata esta de una falsa ciencia, predicen con acierto el futuro, Nebridio contesta que se trata simplemente del azar, una cuestión de mera suerte.
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San Agustin Confesiones encuentra
Jesus Flores
I,1. Grandes eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te).
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SAN AGUSTÍN
Heber Gil
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Agustin de Hipona- Confesiones
José Aguillón
¿Quién podrá desatar este nudo tan tortuoso e intrincado? Feo es y no quiero verlo, ni siquiera poner en él los ojos.
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